Al leer hoy la
historia de Katrina, publicada en
1936 y ambientada entre 1870 y 1920, podemos caer en la tentación de pensar que
su vida nada tiene que ver con la nuestra o, al menos, con la de quienes
vivimos en el primer mundo. Sin embargo, aún hay, en los países en vías de
desarrollo, millones de mujeres que luchan para sacar delante a sus familias
con la misma escasez de medios e idéntica tenacidad. Por eso, cuando se
recuerda que el exceso de todo lo necesario se vivió también en el mundo
desarrollado, y que muchas familias vuelven a ver de cerca la escasez, empieza
a pensarse que tal vez uno de los mensajes que transmite esta novela finlandesa
sea muy actual. El recio carácter de Katrina tiene todavía mucho que decir. Su
fortaleza ante la adversidad y su falta de autocompasión son un desafío al que
se nos convoca en este remoto relato que transcurre en una isla del sur de
Finlandia hace ya un siglo.
La protagonista
comete un error de juventud: no acepta a ningún pretendiente de su aldea y se
casa con el primer extranjero que aparece por allí bajo la promesa de que, en
su tierra, los manzanos crecen por doquier. Pero cuando se da cuenta de su ligereza,
de que ha vendido su reino por unos manzanos, no mira atrás… Incluso consigue
enamorarse de un esposo fanfarrón y sin fundamento, un hombre de buenos
sentimientos pero que no vale como compañero, ni como padre.
Tal vez la
novela peca a veces de algo esquemática en su desarrollo. Pero contiene, aparte de sus valores
humanos, muchos episodios de una gran fuerza emotiva. La protagonista, por
ejemplo, acaba plantando un manzano por cada uno de sus hijos y por su marido. Esos
manzanos con los que soñaba de joven. Y de pronto intuye cuándo ha muerto uno
de sus hijos porque el manzano que llevaba su nombre es derribado una noche por
una fuerte tormenta. Sin embargo, su vida nunca se rompe. Cuando nos den ganas
de arrugarnos por un quítame allá esas pajas, cuando nos enroquemos por tal o
cual falta de satisfacción personal, quizás la historia de Katrina pueda servir de ayuda.
Sally Salminen: Katrina, trad. de Francisco Torres Ferrer y L. Vegas López, Madrid, Palabra, 2012, 526 págs
Me lo regalé por sant Jordi. Tremendo, aunque prefiero a "Cristina, hija de Lavrans". De Katrina, además de con lo que tú has dicho, me quedo con el sabor agridulce del final.
ResponderEliminarClaramente es mejor Cristina, hija de Lavrans. Me parece que Kathrina es demasiado esquemática. Pero la fuerza de la historia salva la novela.
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