martes, 18 de septiembre de 2012

Fred Vargas: Sin hogar ni lugar



Hoy en día toda buena novela policíaca no sólo debe entretener al lector con un caso ingenioso y atractivo, sino que se enfrenta a la tarea de retratar los males de un mundo en donde el crimen, el Mal con mayúscula, forma parte de la vida cotidiana. El éxito de muchos narradores del género reside, más que en proponer acertijos, en desnudar las lacras de una sociedad en crisis. Léanse, sin ir más lejos,  las novelas de Mankell y la Suecia contemporánea, pero también Vázquez Montalbán, Camillieri y, antes, Simenon, Hammett, etc. Fred Vargas es una competente novelista que ha hecho lo propio con la Francia actual, con sus enormes bolsas urbanas de descontentos y marginados que se arraciman en arrabales donde la violencia se ha hecho noticia conocida por todos. 
Seguramente el gran acierto de la autora está en presentar un equipo investigador formado por marginales, gentes que viven fuera del sistema pero que no se identifican necesariamente con el estereotipo de outsider aireado por los medios de comunicación o ciertos sectores bienpensantes. Es decir, los detectives no son, por ejemplo, mujeres, inmigrantes, negras y lesbianas, sino tres tipos estrafalarios cuya única pasión conocida es la lectura e investigación  históricas, lo cual les ha llevado, por distintos caminos, a la ruina económica y la soledad existencial. Los tres solterones viven juntos en un edificio semiabandonado, pero se han adjudicado cada uno de ellos un piso de acuerdo con sus preferencias cronológicas: el sótano es para el apasionado de la arqueología, la planta primera para el medievalista y el ático para el especialista en la Primera Guerra Mundial. Este singular grupo de detectives aficionados lo capitanea un policía retirado, conocido como “el Alemán” y cuya conducta es no menos extravagante.
Con este grupo de personajes es fácil suponer que la novela abunda en episodios disparatados, algunos francamente divertidos. Pero, además, la inteligencia de los protagonistas corre pareja con su falta de sentido práctico y un sentido quijotesco de las cosas que les lleva a iniciar una investigación que debe de exculpar a un retrasado mental como principal sospechoso de una serie de asesinatos. Vargas cuenta con agilidad y juega con el lector a través de varias pistas falsas, dos bazas importantes del género policial, y todo esto lo adoba con un lenguaje irónico, a veces duro y desgarrado. El resultado final es una novela  convincente y entretenida.

(Fred Vargas: Sin hogar ni lugar, Madrid, Siruela, 2007). 

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