lunes, 24 de septiembre de 2012

Christopher Morley: La librería ambulante

Me la recomendaron mucho y me la leí de un tirón. No quiero decir que sea una gran novela, ni siquiera muy buena. Quiero decir que me lo pasé bien y ya está. La contraportada dice que se trata de un mundo único y lleno de encanto, y no le falta razón. Se puede ser una persona encantadora y original, pero eso no equivale a ser un genio. En realidad uno conoce a mucha gente simpatiquísima con la que puede uno tomarse cinco cafés seguidos, aunque su conversación sea algo limitada. Y esto es lo que le sucede a la novela de Morley.
Algún lugar de Nueva Inglaterra a comienzos del siglo pasado. Roger Mifflin es un librero ambulante que se las ingenia para venderle su carromato lleno de libros a una granjera solterona. La historia la cuenta la misma granjera, robusta y sanota como recién salida de un dibujo de Norman Rockwell. El comienzo es realmente muy divertido, sobre todo por la ingenuidad yanqui de la protagonista y sus aventuras con el librero de la que inevitablemente se va a enamorar. Pero pronto la historia se vuelve previsible, las sucesivas aventuras se someten al mismo esquema y todo se termina resolviendo de la única manera que se le hubiera ocurrido a Frank Capra. En definitiva: un libro amable para quien ya ha visto cine clásico de Hollywood. Lo mejor es el planteamiento y alguna que otra reflexión interesante sobre el arte de la lectura. Como esta, por ejemplo:

Creo que leer un buen libro te hace modesto. Cuando uno logra ver con lucidez el interior de la naturaleza humana, cosa que te proporcionan los grandes libros, uno siente la necesidad de hacerse pequeño. Es como mirar la Osa Mayor en una noche clara o como ver el amanecer en invierno cuando uno va a recoger los huevos por la mañana. Y cualquier cosa que te haga sentirte pequeño es maravillosamente buena.

(Christopher Morley: La librería ambulante, Cáceres, Periférica, 2012).

martes, 18 de septiembre de 2012

Fred Vargas: Sin hogar ni lugar



Hoy en día toda buena novela policíaca no sólo debe entretener al lector con un caso ingenioso y atractivo, sino que se enfrenta a la tarea de retratar los males de un mundo en donde el crimen, el Mal con mayúscula, forma parte de la vida cotidiana. El éxito de muchos narradores del género reside, más que en proponer acertijos, en desnudar las lacras de una sociedad en crisis. Léanse, sin ir más lejos,  las novelas de Mankell y la Suecia contemporánea, pero también Vázquez Montalbán, Camillieri y, antes, Simenon, Hammett, etc. Fred Vargas es una competente novelista que ha hecho lo propio con la Francia actual, con sus enormes bolsas urbanas de descontentos y marginados que se arraciman en arrabales donde la violencia se ha hecho noticia conocida por todos. 
Seguramente el gran acierto de la autora está en presentar un equipo investigador formado por marginales, gentes que viven fuera del sistema pero que no se identifican necesariamente con el estereotipo de outsider aireado por los medios de comunicación o ciertos sectores bienpensantes. Es decir, los detectives no son, por ejemplo, mujeres, inmigrantes, negras y lesbianas, sino tres tipos estrafalarios cuya única pasión conocida es la lectura e investigación  históricas, lo cual les ha llevado, por distintos caminos, a la ruina económica y la soledad existencial. Los tres solterones viven juntos en un edificio semiabandonado, pero se han adjudicado cada uno de ellos un piso de acuerdo con sus preferencias cronológicas: el sótano es para el apasionado de la arqueología, la planta primera para el medievalista y el ático para el especialista en la Primera Guerra Mundial. Este singular grupo de detectives aficionados lo capitanea un policía retirado, conocido como “el Alemán” y cuya conducta es no menos extravagante.
Con este grupo de personajes es fácil suponer que la novela abunda en episodios disparatados, algunos francamente divertidos. Pero, además, la inteligencia de los protagonistas corre pareja con su falta de sentido práctico y un sentido quijotesco de las cosas que les lleva a iniciar una investigación que debe de exculpar a un retrasado mental como principal sospechoso de una serie de asesinatos. Vargas cuenta con agilidad y juega con el lector a través de varias pistas falsas, dos bazas importantes del género policial, y todo esto lo adoba con un lenguaje irónico, a veces duro y desgarrado. El resultado final es una novela  convincente y entretenida.

(Fred Vargas: Sin hogar ni lugar, Madrid, Siruela, 2007). 

jueves, 6 de septiembre de 2012

Sally Salminen: Kathrina



Al leer hoy la historia de Katrina, publicada en 1936 y ambientada entre 1870 y 1920, podemos caer en la tentación de pensar que su vida nada tiene que ver con la nuestra o, al menos, con la de quienes vivimos en el primer mundo. Sin embargo, aún hay, en los países en vías de desarrollo, millones de mujeres que luchan para sacar delante a sus familias con la misma escasez de medios e idéntica tenacidad. Por eso, cuando se recuerda que el exceso de todo lo necesario se vivió también en el mundo desarrollado, y que muchas familias vuelven a ver de cerca la escasez, empieza a pensarse que tal vez uno de los mensajes que transmite esta novela finlandesa sea muy actual. El recio carácter de Katrina tiene todavía mucho que decir. Su fortaleza ante la adversidad y su falta de autocompasión son un desafío al que se nos convoca en este remoto relato que transcurre en una isla del sur de Finlandia hace ya un siglo.
La protagonista comete un error de juventud: no acepta a ningún pretendiente de su aldea y se casa con el primer extranjero que aparece por allí bajo la promesa de que, en su tierra, los manzanos crecen por doquier. Pero cuando se da cuenta de su ligereza, de que ha vendido su reino por unos manzanos, no mira atrás… Incluso consigue enamorarse de un esposo fanfarrón y sin fundamento, un hombre de buenos sentimientos pero que no vale como compañero, ni como padre.
Tal vez la novela peca a veces de algo esquemática en su desarrollo. Pero contiene, aparte de sus valores humanos, muchos episodios de una gran fuerza emotiva. La protagonista, por ejemplo, acaba plantando un manzano por cada uno de sus hijos y por su marido. Esos manzanos con los que soñaba de joven. Y de pronto intuye cuándo ha muerto uno de sus hijos porque el manzano que llevaba su nombre es derribado una noche por una fuerte tormenta. Sin embargo, su vida nunca se rompe. Cuando nos den ganas de arrugarnos por un quítame allá esas pajas, cuando nos enroquemos por tal o cual falta de satisfacción personal, quizás la historia de Katrina  pueda servir de ayuda.

Sally Salminen: Katrina, trad. de Francisco Torres Ferrer y L. Vegas López, Madrid, Palabra, 2012, 526 págs

miércoles, 13 de junio de 2012

Claudia Piñeiro: Betibú



 Un conocido hombre de negocios aparece degollado en su domicilio. Su criada ha encontrado el cadáver. Un periodista joven, que se deja ayudar por otro viejo y experto, comienza a investigar. Pronto van a sucederse otras muertes misteriosas… Todos hemos leído cientos de novelas o visto miles de películas con estos ingredientes. La última novela de Claudia Piñeiro (Buenos Aires, 1960) es un patchwork de estereotipos de la novela policial y de suspense. El mismo espacio en el que la autora vuelca su historia–un exclusivo country club a las afueras de Buenos Aires-, ya lo ha tratado en su novela más famosa, Las viudas de los jueves. Sin embargo, Betibú se deja leer muy bien, nunca da la impresión de caer en la vulgaridad. ¿Por qué? Posiblemente se deba a dos motivos: uno, está bien escrita, siempre con ese tono neutro a lo Vargas Llosa o Manuel Puig; dos, consigue mostrar un personaje alrededor del cual va enhebrando toda la acción.
Ese personaje es Nurit Iscar, conocida por algunos como Betibú, por su parecido con Bety Boop, la heroína de cómic. Betibú es una mujer de mediana edad, ex periodista, ex escritora, inteligente, agnóstica, divorciada y con una vida sentimental a la deriva. El periódico para el que trabajó le pide que redacte una crónica diaria desde el country club donde se ha producido el crimen. Enseguida sus pesquisas hacen que trabaje en equipo improvisado con los dos periodistas que también están cubriendo el suceso. Lo más valioso no está, quizás, en el modo con que se va hilando la trama, ni en el hecho de que la protagonista sea una mujer decidida (a estas alturas otro tópico de la novela policial de hoy) sino en cómo vamos descubriendo a la protagonista, sus dudas y contradicciones, las relaciones con sus hijos, las amigas que la rodean y forman con ella casi otra familia. Nuria, es decir, Betibú, es hija de una sociedad burguesa y posmoderna que existe en Buenos Aires igual que en Madrid, Londres o París, todo esto sin que ella pierda su inconfundible argentinidad. Sus lazos afectivos tienen que recomponerse continuamente al ritmo que la vida le va imponiendo. Son reales la crudeza o el desenfado con que encara ciertas situaciones o las dificultades que atraviesa para intenta comprenderse. Otros personajes resultan también un acierto, particularmente el “pibe de policiales” (nunca se conoce su nombre), siempre colgado de su blackberry. El mundo de internet está reclamando su sitio en la literatura.
En definitiva, Piñeiro vuelve a ofrecer otro producto comercial, pero de calidad.

Claudia Piñeiro: Betibú, Madrid, Alfaguara, 2011, 354 págs., 18, 5 euros.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Aquilino Duque: Memoria y ficción en las letras españolas de trasguerra



 De un tiempo para acá viene reclamándose que se reescriba la historia literaria de España después de la Guerra Civil. No todo pudo ser un “páramo cultural”: ni se fueron todos los escritores al exilio, ni los jóvenes partían de la nada absoluta por muy duros que fueran el aislamiento internacional y la censura franquista. Ciertamente una de las dos España dejó de contar por unas décadas, pero eso no quiere decir que la otra estuviera integrada exclusivamente por bárbaros ignorantes.
No obstante, todavía quedan muchos mitos y prejuicios que demoler hasta llegar a una visión menos parcial de lo que fueron las cosas en el ámbito cultural. Este nuevo ensayo de Aquilino Duque pretende reivindicar la obra de siete notables figuras de esa orilla católica y conservadora hoy marginada por la mayoría de los manuales e historias al uso.
En el prólogo el autor renuncia a darle un capítulo a Cela, en parte porque –según él- no lo necesita, en parte porque –me parece- nuestro Nobel se sale del aire de familia que tienen los autores tratados: José María Pemán, Rafael Sánchez Mazas, Wenceslao Fernández Florez, Ramón Gómez de la Sena, los hermanos Villalonga y Vicente Risco. El naturalismo tremendista de Cela está muy lejos de cualquiera de ellos. Pero esto no quiere decir que la estatura literaria de cualquier miembro de esta serie no sea de consideración. El bosque animado es la mejor novela del siglo XX, según afirma Aquilino Duque y tal vez no le falte razón. Las semblanzas de otras obras hoy preteridas (Rosa Krüger, Miss Giacomini o La puerta de paja) invitan al lector a buscarlas y disfrutar de un pasado literario injustamente desconocido.
El elogio más discreto que se puede dar del estilo de Aquilino Duque es su brillantez. Con una gracia y una desenvoltura amenísimas el libro va repasando hechos y textos, al mismo tiempo que reclama con tono desafiante una relectura menos tópica de nuestro pasado. Así, se nos recuerda que el exilio, por ejemplo, no produjo novelas de la talla de La familia de Pascual Duarte o El bosque animado; o que los problemas y malas interpretaciones políticas podían darse también en el seno del régimen; o que la posibilidad de una novela “católica” en España no era asimilable a la que se dio en Francia o Inglaterra, donde el cristianismo intelectual era minoritario y problemático. Las anécdotas suceden a las interpretaciones, porque este no es un libro académico sino un ensayo personal en el que el autor, novelista y poeta al fin, interrumpe su discurso para gastar una broma, se enfada con las opiniones políticamente correctas y, sobre todo, dialoga con sus colegas y maestros, algunos de los cuales conoció de cerca.

Aquilino Duque: Memoria y ficción en las letras españolas de trasguerra, Madrid. CEU San Pablo, 2012, 95 págs.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Elena Garro: Los recuerdos del porvenir




La edición española de esta gran novela mexicana colma una laguna entre nuestros lectores que hacía falta rellenar. Los recuerdos del porvenir (1963) se editó cuatro años antes que Cien años de soledad. No es casual esta precedencia: Muchas de las situaciones y personajes de Los recuerdos del porvenir pueden recordar al mejor García Márquez sin el peligro de recordar mejor a García Márquez (como ocurre con Isabel Allende). El estilo de Elena Garro (1920-1998), elegante, lírico, sugerente, tiene personalidad.
La revolución de los cristeros –en los años veinte del pasado siglo-, es el momento histórico elegido para situar la acción. La novela da cuenta de las brutales represiones del gobierno contra los católicos en un pueblo del interior Ixtepec. Sin embargo, no estamos ante un  panfleto de denuncia ni siquiera de una novela de acción. Como el título indica, el libro es una reflexión sobre el paso del tiempo. Ixtepec es la cifra y el resumen de toda una sociedad, al igual que el Macondo de García Márquez. Y como cualquier espacio mítico, el transcurrir de los días no se cuenta de manera normal. El destino marca las vidas de los quienes habitan en este mundo aislado y reducido, de tal forma que no son capaces de salir de él.
Quizá por todo esto los personajes viven dominados por un fatalismo casi mágico, sin que sepamos muy bien por qué. Están todos marcados por los recuerdos de un pasado que los determina en adelante. En lugares así, no es extraño que sucedan hechos maravillosos o extraordinarios. Elena Garro anticipó con esta novela, obra maestra de la literatura mexicana, lo que luego vendría a conocerse mundialmente como realismo mágico.

Elena Garro: Los recuerdos del porvenir, Madrid, 451, 2011. 

viernes, 6 de abril de 2012

Stefan Zweig: Mendel el de los libros

Este pequeño y precioso libro se concentra en la mínima historia de un librero judío durante la Viena de la Gran Guerra. Jakob Mendel tiene una retentiva casi tan extraordinaria como la de Funes el memorioso pero, a diferencia del personaje borgiano, su capacidad no es una desgracia, sino un don del cielo. Amurallado frente a la realidad por sus queridos libros, pasa treinta años trabajando en una mesita del café Gluck. Sin embargo, una casualidad absurda termina con su encierro, cuando sea acusado injustamente de espionaje durante la guerra.
En 1929 Zweig imagina una fábula sobre la progresiva destrucción de un mundo, el del humanismo, encarnado en un pobre hombre enamorado de la cultura. La aniquilación de la memoria, del hombre y de sus libros, quizá fue un tema que atrajo al judío Zweig. Y toda la historia parece converger en esta redonda frase final que parece rebelarse contra las enseñanzas del Eclesiastés:
"Los libros sólo se escriben, para, por encima del propio aliento, unir a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de toda existencia: la fugacidad y el olvido."

Stefan Zweig: Mendel el de los libros, Barcelona, Acantilado, 2009 (trad. Berta Vias Mahou)

viernes, 16 de marzo de 2012

Eduardo Halfón: Mañana nunca lo hablamos




Los recuerdos de infancia de un muchacho centroamericano de los años setenta pueden resultarnos más o menos lejanos, de acuerdo con la curiosidad de cada quien. Sin embargo, este libro del guatemalteco Eduardo Halfón (Ciudad de Guatemala, 1971) tiene la suficiente calidad como para atraer la atención de cualquier buen lector. Son diez episodios de la vida del escritor, nacido en una familia acomodada de origen judío. El gran terremoto de 1976, la experiencia de un tumor cerebral o unas sesione adivinatorias con los restos de un café, son algunas de las vivencias que el autor invoca con rara expresividad y estilo contenido. Más allá del estrecho círculo de la infancia, de la burbuja idílica de amigos y familiares, hay un mundo de miseria y prejuicios que el niño narrador apenas intuye, pero que poco a poco se va desvelando. El modo con que se divisa esa frontera impuesta por los adultos –eso de lo que nunca se habla-, es el hilo común que engarza todos los capítulos del libro.
¿Memorias de infancia o volumen de cuentos? Al lector común esta cuestión le importará relativamente poco. Lo que de verdad interesa es señalar la alta calidad de su escritura .

Eduardo Halfón: Mañana nunca lo hablamos, Valencia, Pre-textos, 2011.
(publicado en Nuestro tiempo, enero-febrero 2012)

lunes, 27 de febrero de 2012

Clara Obligado: El libro de los viajes equivocados


El viaje como metáfora del paso del ser humano por la tierra: este es el primer hilo que nos conduce de un cuento a otro por un recorrido tan variado como imaginativo. Clara Obligado, escritora de frontera entre España y Argentina, ha escrito un libro sobre el azar, la fugacidad y el desasosiego; libro surcado por toda clase de itinerarios: peregrinaciones de seres humanos o de animales prehistóricos, traslados libres o forzosos en trenes sin destino preciso, desplazamientos en taxis urbanos, travesías de emigrantes, caminatas por la playa, y ese viaje final para todos nosotros que es la muerte. No concede respiro al lector tanto movimiento: la indefensión de los personajes ante una realidad tan ligera es la misma que se puede sentir ante un suelo que tiembla bajo nuestros pies. 
El otro hilo con el que podemos comprender el dibujo complejo de este libro es el de la espiral. Como la autora indica en unas palabras preliminares y en el caligrama con que se cierra el volumen, la forma de la espiral representa la sofisticada arquitectura que entrelaza todas las historias. Una unidad secreta se descubre en las repeticiones de escenas, palabras, imágenes, personajes a lo largo del relato. Esa chica pelirroja que se va en el tren con el que comienza "El silencio", puede (o no) ser la protagonista de "Albania"; aquellos viejos que la pareja de Madison ve en Buenos Aires son los emigrantes polacos de otro cuento; la estación de tren de Angulema, una playa de Normandía, el mamut ahogado en Siberia, una misteriosa muchacha llamada Lyuba, son otras tantas presencias que aparecen y desaparecen en cuentos en apariencia muy distintos entre sí.
¿Qué hay detrás de tanta variedad de escenas y personajes? ¿Sólo un juego ingenioso de ecos y circularidades? Me parece que no. En la primera página vemos a Lyuba tumbada al sol en la playa. Una caracola le pincha en la espalda. Líneas más abajo la cámara enfoca su ombligo. Con estas dos imágenes se nos señalan muchas cosas: la estructura del libro, por supuesto, que discurre como la forma de la caracola y  el ombligo. Pero también el aspecto circular y repetitivo del tiempo; y aún más, ese carácter central, de omphalos, del ombligo femenino, origen simbólico de la vida. ¿La Mujer como centro del mundo? Pues quizá...



Clara Obligado: El libro de los viajes equivocados, Madrid, Páginas de espuma, 2011.

viernes, 20 de enero de 2012

Edmund Crispin: La juguetería errante

Pocas novelas tan divertidas y, al mismo tiempo, tan literariamente artificiales como La juguetería errante. He de reconocer que me lo he pasado muy bien leyéndola.Todo aquí es  muy british: el ambiente oxoniense, el humor absurdísimo, la investigación concebida como un pasatiempo y esos estudiantes que paladean un madeira mientras hacen observaciones cínicas sobre el equipo de remo de la Facultad. La pareja protagonista no puede ser menos inverosímil: un poeta muerto de hambre y un profesor de literatura medio chiflado. Entre los dos llevan a cabo la investigación en medio de un Oxford de los años treinta, en donde una serie de coincidencias imposibles los va llevando a la resolución final del enigma. A diferencia de la mayor parte de las novelas policiales, incluso las de tradición inglesa a las que se adhiere Crispin, aquí nada se toma en serio. Ni siquiera el mismo caso. Los diálogos de los dos detectives aficionados, Cadogan y Fen, son demasiado absurdos. Como muestra este botón: a los dos los acaban de golpear unos individuos y los han atado de pies y manos. Entonces, para matar el tiempo, recurren al siguiente pasatiempo:

Vamos a jugar a los Libros Infumables -sugirió Fen.
-Vale. El Ulises.
-Vale. Todo Rabelais.
-Vale. El Tristram Shandy.
-Vale. La copa dorada.
-Vale. Rasselas.
-No,a  mí me gusta Rasselas.
-¡Santo Dios, bueno, pues entonces Clarissa!
-Vale, Titus... (pág. 130)

Quizás algunas de las persecuciones grotescas en bici, en camión o en piragua que pueblan la novela puedan recordar a El hombre que fue Jueves. Pero Chesterton, en medio de la broma, era un señor más serio. Salvo quizás alguna conversación al final, toda la novela es un gran cachondeo a costa, entre otros, del género policial, la Universidad de Oxford, las viejecitas inglesas y las novelas de Jane Austen. 

Edmundo Crispin: La juguetería errante, trad. José C. Vales, Madrid, Impedimenta, 2011.

jueves, 12 de enero de 2012

Enrique Krauze: Redentores. Ideas y poder en América Latina


.El autor de este libro es quizá uno de los nombres mayores del ensayo hispanoamericano actual. Historiador de conocida trayectoria, entre sus muchos libros se encuentran piezas maestras del género biográfico, como su monumental Biografía del poder, que recorre la trayectoria de los principales prohombres de México desde la Independencia hasta los últimos presidentes del PRI. Una estructura semejante ha guiado esta última entrega suya, en la que desarrolla los hechos e ideas de figuras relevantes del pensamiento y la acción política en Hispanoamérica a lo largo del pasado siglo.
La primera parte del libro esboza cuatro retratos imprescindibles de intelectuales de principios del siglo XX: Martí, Rodó, Vasconcelos y Mariátegui. Se trata de cuatro figuras colosales, cada una a su manera, que representan el papel singular del letrado en la escena pública hispanoamericana. El análisis que aporta Krauze no es demasiado original en ninguno de los casos, pero salta a la vista su capacidad narrativa y su conocimiento profundo de la obra de alguno de ellos, como José Vasconcelos. Las semblanzas posteriores abren el campo de observación a hombres y mujeres de acción, frente a los intelectuales, aunque a veces se confundan los planos, como es el caso del Che Guevara. La lista que promete Krauze es tan sugerente como variada. Además del mentado icono de la Revolución, están Gabriel García Márquez, Octavio Paz, Eva Perón, Mario Vargas Llosa, Hugo Chávez, Samuel Ramos y el Subcomandante Marcos. Llama la atención la desigualdad de trato entre uno y otro. No me refiero a la inevitable y necesaria parcialidad del ensayista. Los personajes más amables desde su óptica son aquellos que, como Paz o Vargas Llosa, se sienten de vuelta de ideales que sólo conducen a la violencia y la falta de libertades. El problema reside, más bien, en la irregularidad de tonos y espacios. Así, a la amplísima y amistosa biografía de Paz –maestro de Krauze, no lo olvidemos-, le sigue otra demasiado breve de Evita. Una figura así de incómoda, contradictoria y egolátrica, merecía mucho más. Lo mismo se puede decir del capítulo de Chávez: más que una biografía es una diatriba política.
Para Krauze los anhelos redentores de líderes e intelectuales son, en general, nefastos para las naciones que pretenden salvar. Su ideario neoliberal, basado en pensadores como Berlin o Popper, le lleva a desconfiar de las utopías revolucionarias, aunque lamentablemente su discurso no termina de armarse de forma consistente. Las biografías, en muchos casos apasionantes, son demasiado dispersas como para poder seguir un hilo argumentativo común. El epílogo, poco más de diez apretadas páginas, esboza unas conclusiones que requerirían mayor análisis. Atribuir, por ejemplo, al catolicismo de la época colonial la raíz de estos redentorismos intransigentes no deja de ser una lectura simplificadora de Max Weber. También ha habido salvapatrias en otras culturas con un background muy distinto, incluso en regiones protestantes. El nazismo hitleriano prendió mejor en la Prusia luterana que en la Baviera o la Austria católicas. El continuo rebrotar de esa semilla seudomesiánica hubiera requerido de un análisis más demorado y complejo. Pero, en cualquier caso, he aquí un libro que presentará a muchos lectores una galería atractiva de un grupo de figuras esenciales de la historia hispanoamericana del siglo XX.

Enrique Krauze: Redentores. Ideas y poder en América Latina, Barcelona, Debate, 2011, 582 págs
(publicado en Aceprensa)