viernes, 9 de diciembre de 2011

Muriel Spark: El asiento del conductor


Lise, una mujer todavía joven y atractiva, viaja a Italia con un oscuro propósito que se va revelando al lector al poco tiempo de iniciar la lectura: La protagonista busca con toda seriedad un hombre que la asesine muy lejos de su patria. Con un estilo seco y un humor negro que entra de lleno en el cinismo, Muriel Spark va detallando la peripecia de una mujer a la deriva de sí misma.
Hace bastantes años el título original de la novela (A Driver’s Seat) se tradujo de forma quizá chistosa para la época (Mujer al volante), pero muy poco adecuada para la actual. Lo cierto es que una posible interpretación de la historia tendría que ver con la violencia de género, drama que, por cierto, sufrió la misma Muriel Spark en su vida. Sin embargo, el problema, en la novela es bastante complejo, pues es la mujer quien persigue su propia destrucción.
Qué lleva a Lise a tomar una decisión tan terrible es quizá la pregunta decisiva de toda la novela. Spark, fiel a sí misma, no da demasiadas explicaciones. Desde un punto de vista puramente formal, lo interesante es el punto de vista, siempre exterior al personaje, de forma que nunca sabemos con completa certeza por qué actúa de una forma tan extravagante. Pero algunas pistas van apareciendo aquí y allá. Una cadena de desdichas afectivas y la falta de asideros morales son algunas de las respuestas que sugiere el relato. Más que la historia de una búsqueda macabra, esta novela gira en torno a una huida desesperada. Es la fuga de una mujer desquiciada por una sociedad fría, materialista y egoísta, que, desde la óptica de la autora, se identifica con la moderna Gran Bretaña. Alguna vez se ha dicho que la obra literaria de Muriel Spark se acerca, por su desgarro, a la de una Patricia Highsmith o una Iris Murdoch. Sin negar el parentesco, no es menos cierto que la fe católica de la escritora escocesa proporciona también otra dimensión a su peculiar sentido de la sátira. El Evelyn Waugh de Un puñado de polvo, con su repertorio de individuos grotescos y desorientados, es tal vez uno de sus referentes más claros. Sin una perspectiva trascendente, los personajes de una sociedad neopagana acaban desquiciados. No es otra cosa lo que le sucede al protagonista de El asiento del conductor, que termina por desear su inmolación en un país ajeno donde ella se sienta alguien, aunque sólo cumpla el papel de víctima.

(Muriel Spark: El asiento del conductor, Zaragoza, Contraseña. 2011, 136 págs.)