jueves, 21 de abril de 2011

Richard Russo: El verano mágico de Cape Cod


El texto de la contraportada apesta a comedieta rosa de Hollywood: "Ten cuidado con lo que deseas porque puede hacerse realidad". Pero que nadie se llame a engaño. La factura de la novela es demasiado astuta y sofisticada como para que se deje hundir por una historia banal.
Jack Griffin viaja en coche hacia California para asistir a la boda de la mejor amiga de su única hija. Se acaba de pelear con su mujer, Joy, con quien ha compartido treinta y cuatro años de matrimonio feliz. La razón descansa en el maletero de Jack: las cenizas de su padre, recientemente fallecido con el que el protagonista guarda una compleja relación de amor y odio. A partir de aquí la historia se va enredando con ese protagonista enfermo de nostalgia por los veranos de su infancia y perseguido por los recuerdos de sus padres, profesores de literatura en universidades de segunda, gente arrogante, egoísta y fracasada.
Como he dicho antes, me parece que la historia no da para mucho. Sin embargo, el autor la llena de detalles inteligentes, en especial aquellos en los que se demora en la compleja relación de Frank con su pasado. Aunque Russo no es ningún Proust, admira la finura de sus análisis. Su visión del matrimonio, aunque optimista, no es simplona ni complaciente. Y, sobre todo, llama la atención la ecuanimidad, el cariño diríamos, con que trata a sus personajes, por muy diferentes que sean.


Richard Russo: El verano mágico de Cape Cod, Madrid, Alfaguara, 2010 (trad. de M. Antolín Rato)

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