viernes, 25 de febrero de 2011

Irène Némirovski: Nieve en otoño


Otoño de 1914. Desde la primera página, cuando asistimos a la despedida del joven aristócrata ruso de su anciana nodriza, sabemos que la cosa va a terminar mal. Nos ayuda nuestro conocimiento de la historia, del Doctor Zhivago... y de ese caritativo texto de la contratapa que siempre nos cuenta tres cuartas partes del argumento.

Sin embargo, esta brevísima novela atrapa gracias a la maestría de su autora. Como su obra maestra, Suite francesa, es la crónica de la fuga de un conflicto y, al mismo tiempo, la huida de unos personajes víctimas de sí mismos. La frivolidad tiene una carga trágica. El lector sabe que la familia Karin, encantadora pero  irresponsable, nunca asumirá la pérdida de su casa rural -magníficas páginas dedicadas a su evocación- y que en el exilio poco a poco todos ellos se irán disolviendo en medio de la muchedumbre. La nodriza, con su fidelidad imbatible, simboliza la imposible asimilación de la vieja Rusia al nuevo medio que les espera. Y también, la encarnación de unos valores morales sobre los que se vierte una melancólica nostalgia.
Un reproche: es una novela quizá demasiado breve para argumento tan grande. Pero, de cualquier forma, uno admira la escritura moderna de Némirovski y esa capacidad para el detalle que se abre paso entre las palabras, a pesar de la diferencia de idiomas. Así se cuenta una batalla próxima a la casa abandonada de los Kurin: Pero el incendio nunca había estado tan cerca como aquella noche: el resplandor iluminaba el parque abandonado de tal modo que podían verse hasta las lilas del sendero principal, que habían florecido el día anterior. Engañados por la claridad, los pájaros volaban como en pleno día. Los perros aullaban. Luego, el viento cambió de dirección y se llevó el fragor del fuego y su olor. El viejo parque volvió a quedar a oscuras y en silencio, y el aroma de las lilas inundó el aire. 
Pura magia.

1 comentario:

  1. Solo he leído de ella "El baile", que me gustó, aunque como lo leí después de haber dedicado una semana a Stefan Zweig, me pareció un poco fría su escritura. Este libro que reseñas a aquí lo tengo en la (infinita) lista de pendientes...
    Besos,

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