viernes, 25 de febrero de 2011

Irène Némirovski: Nieve en otoño


Otoño de 1914. Desde la primera página, cuando asistimos a la despedida del joven aristócrata ruso de su anciana nodriza, sabemos que la cosa va a terminar mal. Nos ayuda nuestro conocimiento de la historia, del Doctor Zhivago... y de ese caritativo texto de la contratapa que siempre nos cuenta tres cuartas partes del argumento.

Sin embargo, esta brevísima novela atrapa gracias a la maestría de su autora. Como su obra maestra, Suite francesa, es la crónica de la fuga de un conflicto y, al mismo tiempo, la huida de unos personajes víctimas de sí mismos. La frivolidad tiene una carga trágica. El lector sabe que la familia Karin, encantadora pero  irresponsable, nunca asumirá la pérdida de su casa rural -magníficas páginas dedicadas a su evocación- y que en el exilio poco a poco todos ellos se irán disolviendo en medio de la muchedumbre. La nodriza, con su fidelidad imbatible, simboliza la imposible asimilación de la vieja Rusia al nuevo medio que les espera. Y también, la encarnación de unos valores morales sobre los que se vierte una melancólica nostalgia.
Un reproche: es una novela quizá demasiado breve para argumento tan grande. Pero, de cualquier forma, uno admira la escritura moderna de Némirovski y esa capacidad para el detalle que se abre paso entre las palabras, a pesar de la diferencia de idiomas. Así se cuenta una batalla próxima a la casa abandonada de los Kurin: Pero el incendio nunca había estado tan cerca como aquella noche: el resplandor iluminaba el parque abandonado de tal modo que podían verse hasta las lilas del sendero principal, que habían florecido el día anterior. Engañados por la claridad, los pájaros volaban como en pleno día. Los perros aullaban. Luego, el viento cambió de dirección y se llevó el fragor del fuego y su olor. El viejo parque volvió a quedar a oscuras y en silencio, y el aroma de las lilas inundó el aire. 
Pura magia.

martes, 8 de febrero de 2011

Antonio Estrada: Rescoldo

Cuando apareció esta novela en 1961, casi nadie en México reparó en ella, entre otras razones porque trataba un tema tabú en el país: la guerra de los cristeros. Una de las pocas voces independientes fue la de Juan Rulfo, el genial autor de Pedro Páramo, que llegó a decir de ella que "era una de las cinco mejores novelas mexicanas del siglo XX. No sé cuáles serían las otras cuatro para él, quizás la misma Pedro Páramo, con la que Rescoldo tiene algunos contactos. En cualquier caso, poco a poco, cincuenta años después, se está revindicando la epopeya novelada de su protagonista, el coronel Florencio Estrada, y la de su familia.
El libro es obra autobiográfica de un gran escritor poco conocido, Antonio Estrada, hijo del protagonista y testigo de las peripecias en las que participó junto a su padre, siendo él mismo un niño. Para que se entienda mejor toda la intriga, debe conocerse su contexto histórico. En 1926 gran parte del campesinado mexicano e alzó en armas contra las medidas anticlericales del gobierno revolucionario del presidente Calles. A lo largo de tres años los rebeldes combatieron al ejército federal, hasta que la jerarquía católica, alarmada por los excesos de uno y otro bando, negoció un acuerdo con las autoridades. Sin embargo, aunque los cristeros (así se llamaba a los alzados), dejaron el combate, el gobierno alentó en los años siguientes la persecución selectiva de sus líderes, contraviniendo de esta forma los arreglos de paz.
Así las cosas, en 1934 unos cuantos comandantes cristeros, hartos de que se les cazase como a conejos, volvieron a las armas. Este suceso, conocido como la segunda Cristiada, es el marco histórico en el que se desarrollan los acontecimientos de Rescoldo. Florencio Estrada fue uno de esos caudillos históricos que se levantaron por segunda vez y pagaron con la vida su lealtad a Cristo Rey y la "Gualupita", enfrentándose con su decisión a políticos y eclesiásticos.
Con un estilo lacónico y expresivo, el relato presenta la vida cotidiana de una familia numerosa, la de Florencio, abocada a vivir en medio de una sierra agreste y llena de peligros. De un lado, las serpientes, el hambre, las enfermedades; de otro, los disparos de los soldados que persiguen tanto a Florencio y a sus hombres, como a los niños y mujeres indefensos que van con ellos. Florencio no quiere dejar a su mujer y sus hijos pequeños por temor a que los maten si los deja en su casa. Toda la novela exalta hasta lo gigantesco los valores familiares. De entre todos los personajes, sobresale la figura de la madre, Lola Muñoz. En torno a ella giran los niños, los soldados cristeros y, por supuesto, su marido enamorado. Muchas son las escenas conmovedoras vividas con un heroísmo trágico: la primera persecución a balazos de los niños y sus mascotas animales entre riscos y arbustos; el infarto de la madre, al esconderse de sus propios hermanos que también la buscan para matarla por cristera; las despedidas entre besos y sollozos antes de los combates.
Un aviso: el gran obstáculo para la lectura actuald e Rescoldo es el entreveramiento del castellano con el habla indígena y los numerosos localismos que pueblan el texto. Para remediar la comprensión de algunos pasajes, la edición viene acompañada de un utilísimo aparato de notas y un glosario final a cargo de Ángel Arias, autor también una introducción imprescindible.  
Rescoldo es una novela importante, pero exigente. Crea un lenguaje único, a veces dotado de una fuerza poética torrencial, pero hay que entrar en él con ilusión. Estrada no sólo quiso recordar la historia olvidada de unos perdedores ejemplares, sino también conseguir una obra de arte que reclamaba un lenguaje singular, plagado de los términos cercanos al mundo que describía. Quizás la mejor manera de leerlo sea aceptar el valor evocativo de sus palabras. Sólo así se empezará a conocer y a disfrutar de una de las mejores novelas mexicanas, Rulfo dixit.

Antonio Estrada: Rescoldo, ed.de Ángel Arias, Madrid, Encuentro, 2010.